El proceso a los sansimonianos
3 de diciembre de 2005
La decisión de llevar ante los tribunales a los sansimonianos la tomó el gobierno francés a fines de noviembre de 1831, pero debían transcurrir bastantes meses antes de que encontrara materia suficiente para instruir la causa; en efecto, hasta el verano siguiente, despues de largas pesquisas e innumerables interrogatorios, no se concretaron las acusaciones contra la secta de Ménilmontant: reuniones ilegales (según el artículo 291 del Código Penal que prohibía las reuniones de más de veinte personas), ofensas a la moral pública y a las buenas costumbres y estafa. En último termino el ministerio fiscal prescindió de otros cargos, como hostilidad al rey e incitación a la rebelión, por estimar que carecían de base. El proceso duró dos días, el 27 y el 28 de agosto de 1832.
Sus actas demuestran que distó mucho de ser un proceso corriente y que abundó en detalles pintorescos e incluso cómicos; los acusados no solo se defendieron con gran energía y orgullo, sino que pasaron incluso al ataque, lanzando invectivas contra la sociedad que les procesaba, aunque el tono general fue más bien de afirmación de sus creencias (Enfantin proclamó altivamente en su discurso los dogmas sansimonianos y su fé en su misión personal) y de deseo de que respetaran su modo de vivir; así, Duveyrier, uno de los acusados, dijo al jurado: "Vosotros sois unos sencillos burgueses que lleváis una vida tranquila y que apenas os preocupais por el mundo, cuando no cae dentro del estrecho círculo de vuestros negocios y de vuestros afectos familiares. No turbéis, pues, esta seguridad de la que gozáis. Dejad a Dios su tarea y respetad el noble uso que hacen de su libertad los jovenes que se levantan para servirle".
Fue relativamente fácil desvirtuar todas las acusaciones; resultó evidente que no podía probarse ningún caso de estafa, y en cuanto al artículo 291, no había vuelto a aplicarse desde la revolución de Julio, contra cuyos principios atentaba, y para colmo había sido condenado en un discurso por el propio Guizot, una de las figuras más destacadas del nuevo regimen. Más discutible era la acusación de ofensas a la moral, basada en determinados textos teóricos de los sansimonianos, pero en el debate la argumentación de los "apostoles" de Ménilmontant fue mucho más habil e incisiva que la de sus acusadores; en este sentido cabe destacar la réplica de Lambert, quien trató de demostrar a los jurados que carecían de competencia religiosa, moral y política para juzgar el caso. Sólo puede juzgarse una doctrina, afirmó, en nombre de principios proporcionados por una doctrina; ahora bien, la sociedad no tiene ninguna doctrina, y por lo tanto no tiene más remedio que callarse y dejar pensar y actuar a los hombres del porvenir.
El fiscal, Delapalme, defendió a la sociedad con argumentos un tanto sorprendentes: "Tenemos una sociedad, tenemos un orden social, y, bueno o malo, tenemos que conservarlo", dijo; y concluyó su requisitoria del modo siguiente: "En nombre de la moral, en nombre de la decencia, en nombre de la sociedad, os pedimos que disolvais, en medio de la gran sociedad, una sociedad particular que tiene unos intereses propios y distintos, que no está con nosotros, y que, por consiguiente, está contra nosotros".
El jurado dictó un veredicto de culpabilidad. Prosper Enfantin, Charles Duveyrier y Michel Chevalier fueron condenados a un año de prisión y a cien francos de multa cada uno; Olinde Rodrigues y Emile Barrault, a cincuenta francos de multa, y se decretó además la disolución de la secta llamada sansimoniana. Los acusados abandonaron la sala en perfecto orden y sin mostrar la menor agitación, al salir de París, camino de Ménilmontant, entonaron uno de sus himnos.
La opinión general de la prensa fue favorable a los sansimonianos, estimando que la sentencia era tan injusta como exagerada; se había condenado a una asociación religiosa que no hacia daño a nadie y, por lo tanto, en el caso se implicaba el doble problema del derecho de asociación y de la libertad religiosa; la mayoría de los periódicos, pues, manifestaron simpatía por el movimiento, calificando a sus miembros de "personas de carácter puro y honorable".
(Historia del mundo, Salvat, Tomo 9 pag. 68)
Algunas cosas que he leído ultimamente en Internet y que me han parecido interesantes son estas:
Este trabajo titulado "Algunas notas sobre Trotsky y el cine", sobre la relación entre Trotsky y el cine a lo largo de los años. Un repaso muy completo desde varios ángulos.
Este otro titulado "La política en las olimpiadas de Berlín 1936". No es muy profundo pero aporta datos de gran interes que desconocía. (pdf)
"La cruzada de los niños, la mayor salvajada medieval", sobre un episodio que ocurrió realmente y que sorprenderá a quien no lo conozca.
Este trabajo esta dedicado a los Juegos Olímpicos de Invierno, repasando su origen su historia, sus implicaciones económicas y políticas, etc. Saben que dentro de poco se disputan los Juegos de Turín-2006. (pdf)
Este ensayo decidado a la economista y socióloga británica Beatrice Webb, una de las intelectuales más influentes en la evolución del socialismo, y de forma especial en la creación del Partido Laborista Británico.
Victor Serge: "Lo que todo revolucionario debe saber sobre la represión", de 1925, un detallado repaso a las diferentes conductas que deben guiar el comportamente revolucionario desde su experiencia en la Rusia pre-revolucionaria.
¿Sabes donde está el culo del mundo?
Escuchando Don't Panic, Coldplay
Sus actas demuestran que distó mucho de ser un proceso corriente y que abundó en detalles pintorescos e incluso cómicos; los acusados no solo se defendieron con gran energía y orgullo, sino que pasaron incluso al ataque, lanzando invectivas contra la sociedad que les procesaba, aunque el tono general fue más bien de afirmación de sus creencias (Enfantin proclamó altivamente en su discurso los dogmas sansimonianos y su fé en su misión personal) y de deseo de que respetaran su modo de vivir; así, Duveyrier, uno de los acusados, dijo al jurado: "Vosotros sois unos sencillos burgueses que lleváis una vida tranquila y que apenas os preocupais por el mundo, cuando no cae dentro del estrecho círculo de vuestros negocios y de vuestros afectos familiares. No turbéis, pues, esta seguridad de la que gozáis. Dejad a Dios su tarea y respetad el noble uso que hacen de su libertad los jovenes que se levantan para servirle".
Fue relativamente fácil desvirtuar todas las acusaciones; resultó evidente que no podía probarse ningún caso de estafa, y en cuanto al artículo 291, no había vuelto a aplicarse desde la revolución de Julio, contra cuyos principios atentaba, y para colmo había sido condenado en un discurso por el propio Guizot, una de las figuras más destacadas del nuevo regimen. Más discutible era la acusación de ofensas a la moral, basada en determinados textos teóricos de los sansimonianos, pero en el debate la argumentación de los "apostoles" de Ménilmontant fue mucho más habil e incisiva que la de sus acusadores; en este sentido cabe destacar la réplica de Lambert, quien trató de demostrar a los jurados que carecían de competencia religiosa, moral y política para juzgar el caso. Sólo puede juzgarse una doctrina, afirmó, en nombre de principios proporcionados por una doctrina; ahora bien, la sociedad no tiene ninguna doctrina, y por lo tanto no tiene más remedio que callarse y dejar pensar y actuar a los hombres del porvenir.
El fiscal, Delapalme, defendió a la sociedad con argumentos un tanto sorprendentes: "Tenemos una sociedad, tenemos un orden social, y, bueno o malo, tenemos que conservarlo", dijo; y concluyó su requisitoria del modo siguiente: "En nombre de la moral, en nombre de la decencia, en nombre de la sociedad, os pedimos que disolvais, en medio de la gran sociedad, una sociedad particular que tiene unos intereses propios y distintos, que no está con nosotros, y que, por consiguiente, está contra nosotros".
(I-D) Prosper Enfantin, Michel Chevalier y Olinde Rodrigues
El jurado dictó un veredicto de culpabilidad. Prosper Enfantin, Charles Duveyrier y Michel Chevalier fueron condenados a un año de prisión y a cien francos de multa cada uno; Olinde Rodrigues y Emile Barrault, a cincuenta francos de multa, y se decretó además la disolución de la secta llamada sansimoniana. Los acusados abandonaron la sala en perfecto orden y sin mostrar la menor agitación, al salir de París, camino de Ménilmontant, entonaron uno de sus himnos.
La opinión general de la prensa fue favorable a los sansimonianos, estimando que la sentencia era tan injusta como exagerada; se había condenado a una asociación religiosa que no hacia daño a nadie y, por lo tanto, en el caso se implicaba el doble problema del derecho de asociación y de la libertad religiosa; la mayoría de los periódicos, pues, manifestaron simpatía por el movimiento, calificando a sus miembros de "personas de carácter puro y honorable".
(Historia del mundo, Salvat, Tomo 9 pag. 68)
Algunas cosas que he leído ultimamente en Internet y que me han parecido interesantes son estas:
Escuchando Don't Panic, Coldplay
3 comentarios:
Los sansimonianos eran una verdadera secta. Despues de morir Sanin Simon sus seguidores se radicalizaon hasta hacer de sus teorías una auténtica religión.
Estavan bastante chiflados pero simpáticos =P
Fueron necesarios.
Excelente post!
Un abrazo,
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