Oro y genocidio, la Fiebre del Oro en California
4 de junio de 2005
"No te imaginas lo cochina que es la minería de oro y lo que sufre el minero.... No vivimos como personas sino como animales" (Carta de un minero)
El 24 de enero de 1998, el Estado de California inició la celebración del 150º aniversario del descubrimiento de oro en Sutter's Mill.
Ante 9.000 personas, el gobernador Pete Wilson dijo:
"Es un día glorioso. Qué magnífico es celebrar nuestro pasado y dar gracias, sin importar cómo llegamos ni de dónde vinimos".
El mismo gobernador que lanzó violentos ataques contra los inmigrantes continuó con cara de palo:
"Eso dio origen a una tradición sin comparación: una tradición de gente que llegó de todas partes del mundo. Vinieron aventureros, pioneros y gente que abrió caminos textual y figurativamente".
Ese es el mito de la fiebre del oro: una historia de individuos briosos y esforzados de todas partes del mundo que llegaron a California a hacer fortunas con trabajo duro y buena suerte. Es un mito del sistema capitalista: que uno se enriquece si trabaja duro y que el sistema beneficia a todos.
Pero la verdadera historia de la fiebre del oro está teñida de sangre. En ese entonces, Henry David Thoreau escribió que se trataba "de la mayor desgracia de la humanidad". Para los indígenas, los inmigrantes que no eran europeos y los afroamericanos, la fiebre del oro representó la opresión, discriminación y genocidio.
Ningún grupo de la sociedad sufrió más a consecuencia de la fiebre del oro que los indígenas. Se calcula que antes de la llegada de los europeos, en la región ahora conocida como California, vivían de 310.000 a 705.000 indígenas, y que ya antes de la fiebre del oro murieron unos 150.000 en las misiones. El resto de la población indígena fue diezmada durante la fiebre del oro, y en 1870 solo quedaban 31.000, según el padrón oficial del estado.
En un discurso ante los legisladores del estado en enero de 1851, el gobernador Peter H. Burnett, prometió que "continuará una guerra de exterminio entre las razas hasta que se extinga la raza india". La prensa aclamó la campaña y en 1853 el periódico Yreka Herald le pidió al gobierno que ayudara "a los ciudadanos del norte en una guerra de exterminio a muerte de todos los pieles rojas. Ya no hay que esperar la hora del exterminio; la hora ha llegado, la labor ha empezado. Al primero que pida tratado o paz hay que tratarlo como traidor", así opinaba este periódico. Otros periódicos expresaron sentimientos similares.
En unos pueblos se ofrecía dinero por la cabeza o el cuero cabelludo de los indígenas. En 1855, en Shasta City, se ofrecía 5 dólares por cabeza y en 1863, en Honey Lake, 25 centavos por cuero cabelludo. Un habitante de Shasta City escribió que vio a hombres llegar al pueblo con de ocho a doce cabezas colgadas de sus mulas. Otros pueblos aplicaban castigos colectivos contra las comunidades de indígenas acusados de un delito. Así destruyeron 150 comunidades indígenas.
El periódico Alta Californian informó sobre una masacre cometida bajo la dirección de un tal capital Jarboe en 1860:
"La cuadrilla descendió sobre ellos y les voló la tapa de los sesos o les partió el cráneo con hachas. Incluso a los recién nacidos que llevaban en canastas les partieron la cabeza o los cortaron en pedazos. Las madres y los niños sufrieron la misma suerte.... A los que intentaban huir les perseguían o les disparaban.... Los niños, que apenas empezaban a caminar, corrían hacia las mujeres llorando de miedo, pero los aniquilaron como animales salvajes y los amontonaron".
ARTÍCULO COMPLETO - Oro y Genocidio: La historia de la fiebre del oro de 1848 en California
Por cierto, ¿no os suena de algo lo de "tratar como traidores a los que pidan la paz"? º_º
El 24 de enero de 1998, el Estado de California inició la celebración del 150º aniversario del descubrimiento de oro en Sutter's Mill.
Ante 9.000 personas, el gobernador Pete Wilson dijo:
"Es un día glorioso. Qué magnífico es celebrar nuestro pasado y dar gracias, sin importar cómo llegamos ni de dónde vinimos".
El mismo gobernador que lanzó violentos ataques contra los inmigrantes continuó con cara de palo:
"Eso dio origen a una tradición sin comparación: una tradición de gente que llegó de todas partes del mundo. Vinieron aventureros, pioneros y gente que abrió caminos textual y figurativamente".
Ese es el mito de la fiebre del oro: una historia de individuos briosos y esforzados de todas partes del mundo que llegaron a California a hacer fortunas con trabajo duro y buena suerte. Es un mito del sistema capitalista: que uno se enriquece si trabaja duro y que el sistema beneficia a todos.
Pero la verdadera historia de la fiebre del oro está teñida de sangre. En ese entonces, Henry David Thoreau escribió que se trataba "de la mayor desgracia de la humanidad". Para los indígenas, los inmigrantes que no eran europeos y los afroamericanos, la fiebre del oro representó la opresión, discriminación y genocidio.
Ningún grupo de la sociedad sufrió más a consecuencia de la fiebre del oro que los indígenas. Se calcula que antes de la llegada de los europeos, en la región ahora conocida como California, vivían de 310.000 a 705.000 indígenas, y que ya antes de la fiebre del oro murieron unos 150.000 en las misiones. El resto de la población indígena fue diezmada durante la fiebre del oro, y en 1870 solo quedaban 31.000, según el padrón oficial del estado.
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En un discurso ante los legisladores del estado en enero de 1851, el gobernador Peter H. Burnett, prometió que "continuará una guerra de exterminio entre las razas hasta que se extinga la raza india". La prensa aclamó la campaña y en 1853 el periódico Yreka Herald le pidió al gobierno que ayudara "a los ciudadanos del norte en una guerra de exterminio a muerte de todos los pieles rojas. Ya no hay que esperar la hora del exterminio; la hora ha llegado, la labor ha empezado. Al primero que pida tratado o paz hay que tratarlo como traidor", así opinaba este periódico. Otros periódicos expresaron sentimientos similares.
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En unos pueblos se ofrecía dinero por la cabeza o el cuero cabelludo de los indígenas. En 1855, en Shasta City, se ofrecía 5 dólares por cabeza y en 1863, en Honey Lake, 25 centavos por cuero cabelludo. Un habitante de Shasta City escribió que vio a hombres llegar al pueblo con de ocho a doce cabezas colgadas de sus mulas. Otros pueblos aplicaban castigos colectivos contra las comunidades de indígenas acusados de un delito. Así destruyeron 150 comunidades indígenas.
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El periódico Alta Californian informó sobre una masacre cometida bajo la dirección de un tal capital Jarboe en 1860:
"La cuadrilla descendió sobre ellos y les voló la tapa de los sesos o les partió el cráneo con hachas. Incluso a los recién nacidos que llevaban en canastas les partieron la cabeza o los cortaron en pedazos. Las madres y los niños sufrieron la misma suerte.... A los que intentaban huir les perseguían o les disparaban.... Los niños, que apenas empezaban a caminar, corrían hacia las mujeres llorando de miedo, pero los aniquilaron como animales salvajes y los amontonaron".
ARTÍCULO COMPLETO - Oro y Genocidio: La historia de la fiebre del oro de 1848 en California
Por cierto, ¿no os suena de algo lo de "tratar como traidores a los que pidan la paz"? º_º
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