La censura en el cine americano
24 de mayo de 2005
Se suele tener la idea de que la censura es algo que los políticos, la iglesia, el ejército, los grupos de presión u otros colectivos represores totalmente ajenos al cine imponen sobre los directores, guionistas y productores. Esto fue así en Europa y sigue siendo así en muchos países del mundo, a veces también europeos, con una importante excepción: los Estados Unidos. Allí siempre ha sido la propia industria la que se ha autorregulado y autocensurado. La clasificación de películas (para todos los públicos, mayores de 13 años, mayores de 18, etc.) no la llevan a cabo los ministerios de cultura como ocurre en Europa, sino la MPAA (Motion Picture Association of America)
EL CÓDIGO HAYS DE CENSURA
La MPAA fue creada en 1922 por los grandes estudios de Hollywood, ante las demandas de censura de los sectores reaccionarios de la sociedad por los contenidos de las películas, y también por los escándalos relacionados con la vida privada de los actores del cine mudo, que superaban con mucho en cuanto a promiscuidad, orgías, consumo de drogas y demás "disipación" a las, en comparación, bastante más mojigatas estrellas del cine actual. La propia industria decidió autorregularse y crear un código de producción que decía qué podía y qué no podía verse en las películas. Dicho código, creado por uno de los líderes del partido republicano de la época, Will H. Hays, cabeza visible de la MPAA, se conoció como Código Hays y la propia MPAA pasó a conocerse popularmente como oficina Hays.
Entre otras cosas, el Código Hays prohibía cualquier mención en una película a temas como el tráfico de drogas, el aborto, las relaciones entre personas de distintas razas, y las "perversiones sexuales"; tampoco podía mostrarse "lujuria" en las escenas de besos o abrazos, ni posturas y gestos "provocativos", ni lenguaje obsceno, ni "expresiones vulgares", ni blasfemias; los representantes de la iglesia debían ser tratados con el máximo respeto, lo mismo con los representantes de la ley, la policía y el ejército, y en ningún caso debía cuestionarse la institución del matrimonio. Redactadas en 1930, estas normas empezaron a hacerse efectivas en 1934 y marcaron toda la producción hollywoodiense hasta 1966.
Un código como este es algo muy excepcional en varios sentidos. En primer lugar, fue algo exclusivo del cine. Ni la literatura ni el teatro estaban sujetos en aquella época a ningún tipo de censura previa, y en los libros y obras de teatro, sobre todo a partir de los años cincuenta, se hablaba de todo tipo de temas con todo tipo de tratamientos casi con la misma naturalidad que hoy; aunque los curas y obispos, especialmente los católicos, prohibían la lectura o la visión de las obras "obscenas" a sus feligreses, no tenían ningún medio de impedir que los parroquianos hicieran al final lo que les diera la gana y prefirieran en muchos casos juzgar por si mismos.
En algunos estados, los alcaldes sí tenían derecho a prohibir la distribución o la exhibición de las obras en sus ciudades o pueblos, lo cual pasaba con cierta frecuencia, pero el editor o exhibidor podía recurrir la sentencia; si insistía lo suficiente, el Tribunal Supremo acababa siempre quitando la razón a los censores y permitiendo la exhibición o la circulación de la obra. En el peor de los casos, los habitantes de la ciudad podrían comprar el libro o ver el espectáculo en otro sitio; en el caso del cine, la obra no podía ni siquiera producirse; cientos de películas nunca llegaron a existir por culpa de la censura, y otras muchas fueron mutiladas por los "retoques" en el guión y los cortes de escenas rodadas. La razón de esta diferencia entre el cine y otras formas de expresión es que el cine era inmensamente popular e influía mucho más en la gente que ninguna novela o obra teatral, y los censores querían controlar al público influyendo en su principal medio de entretenimiento.
El otro punto excepcional en este código de censura es, hay que insistir de nuevo en esto, que sean unas normas tomadas por la propia industria y no por el Estado, algo que no ocurre ni ocurrió nunca en ningún otro país, al menos en el mundo occidental. ¿Por qué los estudios se sometieron a las exigencias bastante arbitrarias del señor Hays, incluso mucho después de que éste dejara la presidencia de la MPAA (su mandato sólo duro hasta 1945, pero sus reglas se siguieron utilizando durante veintiún años más)? De hecho, durante sus 32 años de existencia el Código Hays demostró muchas veces no tener ningún valor real.
La primera película de un gran estudio que consiguió estrenarse a pesar de la condena de la MPAA fue "El Forajido" (The Outlaw, 1943); los cortes solicitados por la oficina Hays ante la sensualidad que mostraba la protagonista Jane Russell, no fueron aceptados por el productor y director, el excéntrico y cabezota millonario Howard Hughes.
Producido en 1943, el film no pudo estrenarse hasta 1947 por las sucesivas sentencias que prohibían su exhibición por "inmoral", con sus correspondientes recursos presentados por Hughes. Cuando por fin, tras cuatro años de lucha, los tribunales dieron la razón al productor reconociendo su derecho a la libertad de expresión, la película se estrenó con gran éxito. Sin embargo, Hughes no se vio ni mucho menos apoyado, ni antes ni después del estreno, por sus compañeros de profesión ni por nadie en la industria.
Se podría pensar que tras este golpe el código quedaría desacreditado y muchos productores seguirían el ejemplo de "El Forajido". Pero no ocurrió así; cansado y desanimado, el propio Hughes no volvió a intentar violar la censura. ¿Por qué la industria no le apoyó, ni intentó oponerse a un código que la restringía y que en la práctica no era más que un fantasma? Pues porque, aunque en apariencia les perjudicara, a los grandes estudios les beneficiaba, y les sigue beneficiando, la censura.
Durante la época del código Hays, con excepción de "El Forajido", no se prohibió la exhibición de ninguna película importante; sí hubo que cortar escenas y cambiar el argumento de muchas, pero todas las producciones de los grandes estudios acabaron estrenándose sin mayor problema a nivel comercial (a nivel artístico es otro cantar); sin embargo, el código sí se cebó con el cine independiente y el cine extranjero. Todas las películas que no cumplieran con las normas establecidas por Hollywood en el código, eran prohibidas por la MPAA y quedaban fuera de los circuitos de exhibición controlados por esta, que eran, y siguen siendo, la inmensa mayoría de las salas de Estados Unidos. La mayor parte del cine europeo, que casi siempre incurría en alguna falta según el código, quedaba relegado a unas pocas salas pequeñas de las grandes ciudades.
Mediante la censura, la industria conseguía que sólo quien hiciera películas al modo de Hollywood pudiera estrenarlas en condiciones medianamente dignas. Y evidentemente, para un productor independiente es muy difícil disponer de los medios de un gran estudio para competir con él en su mismo terreno; los independientes sólo pueden competir ofreciendo un tipo de cine diferente; gracias a la censura, ese cine diferente quedaba prohibido y relegado a ghettos. El código Hays era un medio estupendo para aniquilar a los posibles competidores de los grandes estudios.
DECADENCIA DEL CÓDIGO
El fin de la censura comenzó cuando dejó de ser económicamente favorable; después de la Segunda Guerra Mundial se produce un cambio muy importante en la historia del cine, con la llegada primero del neorrealismo italiano y luego, durante los años 50, de directores con un estilo nuevo que va a regenerar el cine europeo: Ingmar Bergman, Carl Dreyer, Federico Fellini, Michelangelo Antonioni, Alain Resnais, Luis García Berlanga, François Truffaut y toda la nouvelle vague francesa hacen un cine vivo, fresco y mucho más próximo al espectador que los productos que ofrece la industria de Hollywood. Este tipo de películas empieza a verse primero en circuitos cinéfilos muy minoritarios, pero va alcanzando cada vez mayor éxito popular, en gran medida por tratar todos esos temas que la gente estaba cansada de que le ocultaran: el sexo fuera del matrimonio, el racismo, las drogas, el aborto, los embarazos no deseados, el anti-militarismo, el comunismo, la corrupción política, y largo etcétera.
La decadencia del cine americano, cada vez más estrangulado por culpa de la censura, frente al auge y la originalidad del cine europeo, va teniendo cada vez más repercusión en los mismos Estados Unidos. A lo largo de los años 50, y sobre todo de los 60, la censura se va desacreditando cada vez más al perder una y otra vez juicios contra películas como "La luna es azul", "Pinky", "La dolce vita", "De repente el último verano", "El hombre con el brazo de oro", "Quien teme a Virginia Wolf", etc.; cada vez más voces, incluso en sectores reformistas de las iglesias católica y protestante, apoyan el derecho del público adulto a ver películas realistas.
Además, la rápida extensión de la televisión hizo que sustituyera al cine como el entretenimiento popular por excelencia. Los censores prefieren dirigir sus esfuerzos a controlar lo que se emite desde la pequeña pantalla y se relajan más respecto a lo que ocurre en la grande, situación que dura hasta hoy. Por otra parte, la al principio minoría de universitarios que se sentían atraídos por las películas europeas había crecido mucho a mediados de los años 60. La única forma de contener la invasión europea y de que el cine americano recuperara su prestigio era ofrecer películas no sometidas a censura. Así es como el código Hays cae abajo por fin en 1966, con la creación de algo que hoy nos suena muy habitual pero que hasta entonces no existía: la clasificación por edades. La protección de los niños frente a imágenes que les puedan dañar quedaba garantizada, al mismo tiempo que se reconocía el derecho de los espectadores adultos a elegir lo que querían ver.
DESPUÉS DEL CÓDIGO HAYS: LA NUEVA CENSURA
Sin embargo, aunque el código Hays desapareciera, la censura no lo hizo en absoluto. La MPAA no tardó en convertir el sistema de clasificación por edades en otra forma de censura. La clasificación más fuerte que podía obtener una película era la famosa X, es decir, prohibida a menores de 18 años (o de 21, dependiendo de las zonas). Esta categoría con el tiempo fue convirtiéndose en algo asociado al porno duro y a películas sin ningún mérito artístico y de "mal gusto"; la mayor parte de grandes almacenes y cadenas de distribución consideraron que les daba prestigio negarse a difundir este material.
El porno se vio relegado a ghettos como las salas X y los sex-shops, fuera de los grandes circuitos de distribución y exhibición. Pero, la astuta maniobra de la MPAA fue otorgar la clasificación X a muchas películas que no eran ni mucho menos porno duro, sino cine de autor (de nuevo, que casualidad, casi siempre independiente o europeo) con escenas eróticas o violencia explícita. De esta forma, por el módico precio de recortar unas cuantas escenas de sexo en sus películas, los grandes estudios se aseguraron que de nuevo, buena parte del cine independiente y del europeo fueran marginados, enviados a las salas porno y relegados a distribuciones en vídeo minoritarias fuera de los videoclubs importantes.
Esta situación fue denunciada a principios de los años 90, cuando la MPAA declaró porno a películas como "Átame!" de Pedro Almodóvar o "Henry y June" de Philip Kaufman ante la indignación de muchos autores europeos, críticos y cinéfilos; para acallar las protestas, la asociación sustituyó la clasificación X por la NC-17, argumentando que al cambiar el nombre quitaban la connotación de porno duro asociado a la clasificación X. El resultado fue el mismo, porque las películas con intenciones artísticas siguieron metidas en el mismo saco que las porno; los grandes almacenes y salas de exhibición se negaron a tratar con películas NC-17, igual que habían hecho antes con las X. El cambio de nombre no sirvió para nada.
En realidad, en Estados Unidos las cosas no han cambiado básicamente desde la época del código Hays. Algo se ha avanzado, ya que los límites de lo que la censura considera aceptable son bastante más amplios que en aquella época, pero el cine americano sigue eludiendo buena parte de los problemas sociales, políticos y sexuales de la sociedad, igual que hacía durante la época del código, y sigue utilizando la censura para evitar la competencia del cine independiente y del cine europeo.
El único título de Hollywood transgresor de la nueva censura hasta el momento ha sido "Showgirls", del director europeo Paul Verhoeven, clasificada NC-17 en 1995. La película fue recibida con puñaladas feroces por parte de toda la crítica, en una poco frecuente y muy sospechosa condena unánime de la prensa americana, que luego se reprodujo por mimetismo en la europea. El acoso de todos los medios a la película, tildándola de basura e insultando sin muchos reparos a director, guionista y actores, logró lo que se proponía: el film fue un fracaso y todo un precedente para el próximo que se atreva a producir en Hollywood otra película NC-17. Como era de prever, nadie lo ha hecho hasta el momento. Los métodos de la censura han cambiado, ya no se prohíben directamente las películas ni se queman (lo cual es un avance innegable), ni se amenaza a sus espectadores con ir al infierno: se recurre a trucos más sutiles pero igualmente eficaces.
Jose Antonio López
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