Enamoradas de África

7 de febrero de 2010


Karen Blixen (1885-1962)

La escritora danesa Karen Blixen llegó a Kenia en 1914 y desde el primer momento se sintió cautivada por la grandeza de los paisajes que la rodeaban y la sabiduría de los nativos. Cuando 17 años más tarde, enferma y arruinada, se vio obligada a abandonar su granja al pie de las colinas de Ngong, se refugió en su casa natal de Dinamarca, donde tranformó sus recuerdos africanos en un libro inolvidable, Lejos de África, firmado con el seudónimo masculino de Isak Dinesen. A pesar de que su vida de granjera no fue tan idílica como plasmó en su libro, hasta el día de su muerte, que se produjo en 1962, vivió con el recuerdo de África: "Tengo la sensación de que en el futuro, me encuentre donde me encuentre, me preguntaré siempre si estará lloviendo en Ngong", confesó.

Al igual que la baronesa Blixen, otras viajeras realizaron estudios de campo entre las tribus, exploraron regiones ignotas y capturaron ejemplares de la fauna africana para los museos de historia natural en la actual Kenia. Eran damas intrépidas y poco convencionales, que hasta en las selvas remotas mantenían sus más arraigadas costumbres: tomaban el té de las cinco, se vestían formalmente para cenar y decoraban sus casas con muebles traídos desde Europa. Pero también sabían cabalgar, llevar una granja, cazar con arco, disparar un fusil, organizar un safari y edificar un hogar en la región más inhóspita de la tierra. Algunas tuvieron el valor de alzar su voz contra el racismo y el opresivo sistema colonial de la época.


Beryl Markham (1902-1986)


La dama de los cielos


En aquella Kenia colonial de aristócratas aventureros, solitarios cazadores blancos y rudos granjeros, mujeres como Beryl Markham no podían pasar inadvertidas. Esta audaz inglesa fue la primera piloto profesional de África. En su libro autobiográfico resumía así su vida en el exótico continente: "Desde mi llegada al África Oriental Británica (Kenia) a la edad indiferente de cuatro años, donde pasé mi juventud cazando cerdos salvajes descalza con los nandi, luego amaestrando caballos de carreras para ganarme la vida y poco después sobrevolando Tanganika y las tierras de breña áridas, entre los ríos Tana y Athi en busca de elefantes, me he sentido tan felizmente provinciana que era incapaz de hablar con inteligencia sobre el aburrimiento de la vida hasta que fui a vivir un año a Londres".

De Beryl se decía que podía usar la lanza como un guerrero masai, montar como un jinete irlandés, volar como Charles Lindberg, seducir como una hurí y escribir mejor que Hemingway. Era una mujer elegante y esbelta, de rubia melena y facciones angulosas. Su vida privada era motivo de continuos rumores entre los colonos británicos, aunque a ella su fama de devoradora de hombres le importaba bien poco. Se casó en tres ocasiones, pero nunca dejó de vivir apasionados romances, incluido uno con el duque de Gloucester, hermano del príncipe de Gales, a quien conoció en la primera visita de ambos a Kenia.


Beryl Markham

Cuando en 1936 la Dama de los Cielos, como la llamaban sus admiradores, aceptó en una cena el reto de atravesar volando en solitario el Atlántico Norte de este a oeste, sus amigos creyeron que había perdido la razón. Aunque no consiguió llegar a Nueva York y realizó un aterrizaje forzoso en Nueva Escocia, fue recibida en la ciudad de los rascacielos como un auténtica heroína.

Había volado en la estrecha cabina de su Vega Gull veintidós horas seguidas, más de la mitad de noche, y sobre el océano. Tras esta experiencia no volvió a volar, pero unos años después publicó el libro Al oeste con la noche, donde narraba su experiencia y su infancia entre los nativos nandi. El libro, publicado en 1942, se convirtió en un auténtico éxito de ventas. A Ernest Hemingway le pareció, junto a "Lejos de África", de Karen Blixen, uno de los relatos más poéticos y evocadores escritos sobre el continente.

En realidad, las dos autoras coincidieron en la Kenia de aquellos locos años veinte de juergas, cacerías y safaris regados con champán, aunque eran bien distintas. Beryl se sentía como una "masai blanca" y conocía en su propia piel la dura y solitaria vida de pionera en tierras africanas, mientras que Karen Blixen era una aristócrata terrateniente con un idea muy romántica del continente negro. Vivía en una hermosa mansión de las Tierras Altas de Kenia rodeada de sirvientes y con todo el confort de los de su clase. Se enamoró de la grandeza de sus paisajes, pero también supo ver la dignidad y el valor de los nativos. Las dos eran mujeres extraordinarias y atípicas de la sociedad colonial británica con algo en común: su amor a África y al mismo hombre: Denys Finch-Hatton.


Delia Akeley (1875-1970)


La audacia de una científica


En 1924, la estadounidense Delia Akeley se empeñó en cruzar sola el continente africano de costa a costa, sin ayuda de guías ni cazadores blancos. La noticia causó una gran expectación y fue tomada a broma por los exploradores más veteranos. La prensa escrita explotó hasta la saciedad la historia de la elegante dama que en plena madurez emprendía un peligroso viaje al África más salvaje. Tenía casi 50 años y parecía más una institutriz que una exploradora curtida en importantes expediciones científicas. Sin embargo, el Museo de Artes y Ciencias de Brooklyn le había encargado capturar ejemplares de la fauna africana y realizar estudios antropológicos de las tribus. Era la primera vez que una institución científica financiaba una expedición liderada por una mujer.

Si Delia Akeley se enfrentaba a este temerario reto era porque añoraba los safaris y necesitaba dinero. Durante 21 años fue la esposa a la sombra del famoso científico y explorador Carl Akeley, director del Museo de Historia Natural de Nueva York y toda una institución en EEUU. Juntos viajaron en dos ocasiones al África central (en 1905 y 1909), y algunos de los elefantes más imponentes de este museo los cazó Delia.

Se divorciaron en 1923, y en el ecuador de su vida la exploradora quería retomar sus investigaciones sobre los pueblos primitivos y convivir en la selva con los pigmeos. Sabía que una mujer sola era mejor recibida que un hombre entre las tribus africanas: "Desde mi primera experiencia con las tribus primitivas del Africa central, hace ya 22 años, he tenido la firme convicción de que si una mujer se aventurara sola, sin escolta armada, y viviera en los poblados, podría hacer amistad con las mujeres y conseguir información muy valiosa sobre sus costumbres".

La esperaban 11 duros meses de travesía desde la costa oriental africana, pasando por Kenia, Uganda y el Congo Belga (Zaire), para llegar a Boma, en la costa atlántica, un viaje que David Livingstone había realizado en 1854 en dirección contraria. Delia Akeley repitió la hazaña y demostró al mundo que una mujer podía atravesar el continente negro armada únicamente de mucho valor y la voluntad de entender a los africanos.


Martin y Osa Johnson


La aventurera del documental


Osa Johnson era una casi una estrella de Hollywood cuando llegó a Nairobi en 1921, junto a su esposo Martin, con el encargo de realizar un documental sobre las especies más amenazadas por la caza mayor. El estreno en Nueva York de su primera película, rodada en los Mares del Sur, donde aparecía sonriente, vestida con un pareo y rodeada de fieros caníbales desnudos, ya había causado una revolución.

Martin Johnson acababa de encontrar un auténtico filón cinematográfico, y Osa se convirtió, gracias al talento del gran cineasta, en una heroína de carne y hueso. Su feminidad, la naturalidad que mostraba ante las cámaras y su extraordinario coraje, hicieron que miles de mujeres americanas soñaran con parecerse a ella. Era la chica rubia en el corazón del mundo salvaje, "La bella y la bestia", un cliché que el cine explotó hasta la saciedad en películas como "King-Kong" o "Tarzán". Sin embargo, el valor y la tenacidad de la más glamurosa de las exploradoras no eran ficción.


Osa Johnson (1894-1953)

En todas sus expediciones, Osa Johnson era la encargada de cubrir las espaldas a Martin mientras filmaba los leones o los peligrosos rinocerontes. Cuando se quedaron a vivir cuatro años en su refugio del Lago Paraíso, al norte de Kenia, esta nieta de pioneros del Lejano Oeste creó en pleno desierto un campamento con un confort desconocido en una expedición. Osa salía a cazar a diario para alimentar a sus porteadores, cuidadaba las huertas, hacía pan en un horno de barro, preparaba delicionos menús y supervisaba hasta el más mínimo detalle.

Nadie como Martin supo retratar la belleza y la fuerza de este misterioso continente. Aun hoy, sus imágenes en blanco y negro emocionan, porque muestran un mundo desaparecido. "¡África el día de la Creación!", exclamó Osa Johnson extasiada la primera vez que contempló las manadas de cebras, antílopes, jirafas y elefantes desfilar ante sus ojos. Los Johnson dedicaron toda su vida a retener la grandeza de una naturaleza amenazada. Sus documentales y fotografías son testimonio de una época dorada, en la que un puñado de aventureras románticas encontró su razón de existir.


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Curiosidades de los Juegos Olímpicos de Invierno (2)

1 de febrero de 2010


Jamie Salé/David Pelletier (Canadá) - Elena Berezhnaya/Anton Sikharulidze (Rusia)

  • ESCÁNDALO SOBRE HIELO - En las pruebas de patinaje artístico de Salt Lake City 2002 tuvo lugar uno de los mayores escándalos de la historia olímpica. Ocurrió en la competición de parejas, donde se preveía un duelo estelar entre la pareja rusa formada por Elena Berezhnaya y Anton Sikharulidze, y la pareja canadiense integrada por Jamie Salé y David Pelletier.

    Ambas hicieron su programa corto a la perfección, pero la controversia llegó en el programa largo. Primero patinaron los rusos, con un buen ejercicio aunque con algunos fallos (VER VIDEO). Luego llegó el turno de Salé y Pelletier, que enamoraron al público al ritmo de "Love Story" con un programa que rozó la perfección (VER VIDEO)

    Cuando parecía que oro sería para ellos, los jueces sorprendieron otorgando el primer lugar del podio a los rusos, ante el descontento de la gran mayoría del público y la prensa. A partir de ahí hubo todo tipo de quejas y rumores, hasta el punto de que el COI y la Federación Internacional decidieron abrir una investigación.

    Pocos días más tarde, la jueza francesa Marie-Reine Le Gougne reconoció que había favorecido a los rusos presionada por la federación de su país. A cambio, en la competición de danza los jueces rusos favorecerían a la pareja francesa que formaban Marina Anissina y Gwendal Peizerat, firmes candidatos al triunfo.

    La decisión del COI fue salomónica, aunque no exenta de polémica: medalla de oro compartida para las dos parejas.


    Steven Bradbury - Salt Lake City 2002

  • UN PATINADOR CON SUERTE - El patinaje de velocidad sobre pista corta, más conocido como "short track", es uno de los deportes más espectaculares y menos conocidos del programa olímpico. Son carreras de varios patinadores sobre un óvalo de sólo 111 metros sin apenas rectas, donde ganar la posición exige una increíble destreza.

    La final masculina de 1.000 metros de los Juegos de Salt Lake City 2002, tuvo el desenlace más sorprendente que uno se pueda imaginar. Para el australiano Steven Bradbury eran sus cuartos Juegos Olímpicos, y contra todo pronóstico logró meterse en la final de esta prueba. Había estado a punto de quedar eliminado en cuartos de final, pero la descalificación de un canadiense le permitió acceder a semifinales. De nuevo aquí le sonrió la fortuna, ya que al llegar a la última vuelta iba en quinta posición, hasta que una colisión entre tres patinadores que le precedían le permitió auparse al segundo puesto y acceder a la gran final.

    Estaba claro que Bradbury era un tipo con suerte, pero lo que ocurrió en la final sobrepasó todo lo imaginable (VER VIDEO). Mientras los grandes favoritos peleaban por las medallas, Bradbury quedaba cada vez más rezagado y su lucha parecía unicamente por evitar la última posición.

    Pero al llegar a la última curva se produjo el milagro. No se sabe como, pero el caso es que en el fragor de la lucha hubo un contacto y los cuatro primeros patinadores acabaron rodando por el suelo, cayendo como si fueran fichas de dominó. Bradbury logró esquivarlos y para sorpresa de todo el mundo, empezando por él mismo, cruzó la línea de meta en primer lugar, dandole a Australia la primera medalla de oro de su historia en unos Juegos de Invierno.


    Esquí de velocidad

  • TRAGEDIA EN LA NIEVE - El esquí de velocidad es una modalidad del esquí que consiste en descender por una ladera en línea recta tratando de alcanzar la mayor velocidad posible, que suele superar ampliamente los 200 km/h. A alguien se le ocurrió que sería una buena idea incorporar esta peligrosa disciplina como deporte de exhibición en los Juegos de Albertville '92

    El suizo de 26 años Nicolas Bochatay era uno de los esquiadores que se habían clasificado para la final de esta prueba, a disputar el 23 de febrero en la pista de Les Arcs, a unos 60 kms de Albertville. Sin embargo, sólo tres horas antes de comenzar el evento y mientras entrenaba en una pista abierta al público, Bochatay sufrió un terrible accidente que acabó con su vida. Embebido en la rapidez, se salió por un talud y fue a darse de lleno contra una máquina de acondicionar la nieve, muriendo en el acto. Llevaba el dorsal número 13

    La muerte de Bochatay resultó definitiva para eliminar del programa olímpico esta modalidad poco popular y demasiado peligrosa.


    Anders Haugen

  • MEJOR TARDE QUE NUNCA - Eso debió pensar el norteamericano Anders Haugen, que en la primera edición de los Juegos de Invierno, celebrada en Chamonix en 1924, había finalizado cuarto en la prueba de saltos de esquí, por detrás de tres noruegos. Por cierto que Haugen también había nacido en Noruega, aunque emigró a Estados Unidos siendo muy jóven.

    En 1974, cincuenta años después de aquella competición, un historiador deportivo descubrió un error en el cómputo de puntos, por el cual la medalla de bronce había sido erróneamente concedida al noruego Thorleif Haug, cuando en realidad correspondia al americano.

    Anders Haugen recibió su medalla en una ceremonia especial organizada en Oslo el 12 de septiembre de 1974, cuando ya era un anciano de 85 años. Nunca en la historia un deportista había tardado tanto en recibir su premio.


    Ross Rebagliati - Salt Lake City 2002

  • MEDALLA DE MARIHUANA - En los Juegos de Nagano '98 el canadiense Ross Rebagliati se proclamó campeón olímpico de snowboard en la modalidad de slalom, con solo dos centésimas de ventaja sobre el segundo clasificado. Era la primera vez que el snowboard formaba parte del programa olímpico.

    El problema llegó cuando, en el control antidoping, Rebagliati dio positivo por marihuana. Inmediatamente fue desposeido de su medalla. Sin embargo, pocos días más tarde el Tribunal de Arbitraje Deportivo del COI revocó la decisión, ante los argumentos del canadiense que aseguró que no había fumado marihuana desde hacía varios meses, y que los restos hallados en su orina podían deberse a su frecuente exposición a ambientes de consumidores de esta sustancia. Ante la imposibilidad de rebatir estas afirmaciones, el Tribunal ordenó devolverle la medalla de oro.



    Ver también:

  • Curiosidades de los Juegos Olímpicos de Invierno (1)


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