Cine y Striptease
2 de mayo de 2005
El ser humano pasará a la Historia natural como el más dañino de los organismos, capaz de destruir, contaminar y pervertir todo lo que toca. Por suerte, le queda una cosa positiva que se llama arte. Gracias a esta cualidad, el homo sapiens es capaz de transformar cosas tan cotidianas como cocinar o correr en acciones admirables como la gastronomía o el atletismo. Lo mismo sucede con una tontería tal como la de quitarse la ropa. La participación de la sensualidad y la creatividad convierten al hecho de desvestirse en un rito erótico de tintes místicos que demuestra aquello de que, casi siempre, el calentamiento es más memorable que el ejercicio en sí.
Lo que ahora llamamos striptease es algo tan antiguo como pestañear. Ya en la Biblia la femme fatale Salomé engatusaba al rey Herodes mediante la Danza de los 7 Velos, con la intención de obtener la cabeza de San Juan Bautista. Esta historia ha sido recreada en varias ocasiones por el cine ya desde los años 20 en la adaptación de la obra de Oscar Wilde por parte del director Charles Bryant, aunque la Salomé más recordada sea Rita Hayworth en la película homónima de 1953 donde, bajo las órdenes de William Dieterle. La Diosa pelirroja intentaba repetir el éxito de su sensual baile en Gilda.
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