El St. Pauli es un sentimiento
21 de agosto de 2005
A su cancha, siempre llena, van personajes de todo tipo: la gente del puerto, las prostitutas —en el barrio está situada la zona roja—, los cafishios, los estudiantes, los indigentes que viven en la calle y que de vez en cuando ligan alguna entrada, los que ocupan casas ilegalmente. Pobres en general, de condición humilde.
Están todos juntos, uno al lado del otro, vestidos de negro, y tiran para el mismo lado: no se molestan jamás. Y arman, en cada partido, una fiesta como no se ve en ningún otro estadio de Alemania: papelitos, cantos, show. Diecinueve mil almas locas saltando en los tablones desvencijados. Pasión. Toda la pasión junta en esa pequeña cancha.
El club es el St. Pauli y "se lleva en el corazón", dicen sus hinchas. St. Pauli es un barrio obrero al norte de Hamburgo, y es además el barrio portuario de dicha ciudad. El club nació en 1910 y hoy juega en tercera división (está sexto en la tabla de posiciones), tras su descenso de hace tres años. Su camiseta es marrón y blanca, pero el símbolo es una calavera "porque somos los piratas", se enorgullecen sus seguidores. Y la calavera se ve en las banderas, en la ropa de entrenamiento de los futbolistas, en las pancartas. Quieren dar la imagen de "estar fuera de la ley".
Y se diferencian a muerte del Hamburgo, el club de los ricos, de los burgueses, el que tiene dinero de sobra y adquiere jugadores de renombre, el que apoya el comercio y la industria de la ciudad. Los del St. Pauli no se refieren nunca al estadio del Hamburgo por su nombre: mencionan "la cancha que está al lado del basural". Cuando estaba en la Bundesliga, la rivalidad era tanta como la que existe entre River y Boca.
Alrededor del St. Pauli se construyó un mito: es un club de izquierda. Hace más de 25 años, varios futbolistas de su plantel viajaron a Nicaragua para colaborar con la Revolución Sandinista. Y este año, en enero, fue la primera institución alemana en desarrollar la pretemporada en Cuba.
La mayor conquista deportiva es un triunfo contra el Bayern Munich (2-1 en 2002) que había vencido a Boca en la final Intercontinental. En 2004 estuvo a punto de quebrar. Pero sigue en pie. Es que el St. Pauli es un sentimiento... (FUENTE)
Aquí hay un buen artículo sobre el FC St. Pauli
Están todos juntos, uno al lado del otro, vestidos de negro, y tiran para el mismo lado: no se molestan jamás. Y arman, en cada partido, una fiesta como no se ve en ningún otro estadio de Alemania: papelitos, cantos, show. Diecinueve mil almas locas saltando en los tablones desvencijados. Pasión. Toda la pasión junta en esa pequeña cancha.
El club es el St. Pauli y "se lleva en el corazón", dicen sus hinchas. St. Pauli es un barrio obrero al norte de Hamburgo, y es además el barrio portuario de dicha ciudad. El club nació en 1910 y hoy juega en tercera división (está sexto en la tabla de posiciones), tras su descenso de hace tres años. Su camiseta es marrón y blanca, pero el símbolo es una calavera "porque somos los piratas", se enorgullecen sus seguidores. Y la calavera se ve en las banderas, en la ropa de entrenamiento de los futbolistas, en las pancartas. Quieren dar la imagen de "estar fuera de la ley".
Y se diferencian a muerte del Hamburgo, el club de los ricos, de los burgueses, el que tiene dinero de sobra y adquiere jugadores de renombre, el que apoya el comercio y la industria de la ciudad. Los del St. Pauli no se refieren nunca al estadio del Hamburgo por su nombre: mencionan "la cancha que está al lado del basural". Cuando estaba en la Bundesliga, la rivalidad era tanta como la que existe entre River y Boca.
Alrededor del St. Pauli se construyó un mito: es un club de izquierda. Hace más de 25 años, varios futbolistas de su plantel viajaron a Nicaragua para colaborar con la Revolución Sandinista. Y este año, en enero, fue la primera institución alemana en desarrollar la pretemporada en Cuba.
La mayor conquista deportiva es un triunfo contra el Bayern Munich (2-1 en 2002) que había vencido a Boca en la final Intercontinental. En 2004 estuvo a punto de quebrar. Pero sigue en pie. Es que el St. Pauli es un sentimiento... (FUENTE)
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