¡¡¡Seremos como el Che!!!

Es muy difícil para mí contener la emoción en el 40 aniversario del asesinato en Bolivia del Comandando Ernesto Che Guevara. No se me ocurre ni que decir, porque siempre que veo la imagen del Che o pienso en el Che se bloquea mi mente. Cuando visité su memorial en Santa Clara estuve horas sin hablar.

No creo que haya existido nunca un ser humano tan extraordinario, para mí el Che está tan presente en el día a día que en realidad nunca ha muerto. Una persona como el Che es que simplemente no puede morir nunca.

Me gusta pensar que el Che interpretó su propia muerte como una etapa más de su Lucha Revolucionaria. El Che con vida había conseguido importante metas, pero estaba atrapado en un camino sin salida, en donde no podía seguir avanzando porque había llegado al límite de sus fuerzas. En cambio con su muerte el Che volvió a brillar con plenitud. El Che ya no era un cuerpo físico, sino algo más importante: una idea capaz de cambiar el mundo. De ser una persona, pasó a ser una parte de todos nosotros.

Bolivia volvió a su rencor, a sus oxidados gorilas, a su miseria intransigente, y como brujos asustados los sargentos de la deshonra, los generalitos del crimen, escondieron con eficiencia el cadáver del guerrillero como si el muerto los quemara

Pablo Neruda

Hoy, la Bolivia donde sacrificó su vida el Che camina con paso firme hacia el socialismo, y lo hace de la mano de un líder muy diferente en su carácter y en su apariencia, pero movido por el mismo impulso revolucionario y vital. El socialismo es fuerte porque anida en corazón de las personas y porque sabe adaptarse a cualquier entorno por adverso que sea. ¿Como va el socialismo? ¡¡¡Pues estupendamente!!!

No porque hayas caído
tu luz es menos alta.
Un caballo de fuego
sostiene tu escultura guerrillera
entre el viento y las nubes de la Sierra.
No por callado eres silencio.
Y no porque te quemen,
porque te disimulen bajo tierra,
porque te escondan
en cementerio, bosques, páramos,
van a impedir que te encontremos
Che Comandante,
amigo.

Nicolás Guillén